19/04/2024 10:12 h.
Comercio de proximidad, productos de proximidad
Imagen: Pixabay - kasto80
Si queremos un cambio de paradigma que nos permita un mundo más sostenible, socialmente justo y respetuoso con el planeta, tenemos que priorizar los productos de proximidad adquiridos en los comercios de proximidad. Cada decisión de compra tiene sus consecuencias.
Breve introducción
A menudo se ha comentado en nuestro boletín electrónico la importancia de consumir prioritariamente productos de proximidad y de adquirirlos en comercios también de proximidad.
Es una tarea de toda la ciudadanía irnos concienciando de las repercusiones económicas, sociales y ambientales de nuestras decisiones y de nuestra manera de consumir. De esta presa de conciencia se derivarán las medidas que cada cual de nosotros llevará a cabo en su día a día para conseguir un mundo más justo, solidario y sostenible.
El acto de compra no es neutral y forma parte de estas decisiones. Dado que de compras en basura casi cada día, sus repercusiones se multiplican de manera exponencial. Es imperativo, pues, actuar de manera consecuente e integrarla en nuestros hábitos.
Algunos de los motivos por los cuales hay que priorizar —en el sentido más amplio— la compra de productos de proximidad en el comercio de proximidad, pueden ser:
Potenciamos la economía local
Al comprar productos creados, elaborados y procesados en nuestro entorno, potenciamos de retruque la economía local desde todos los ámbitos, con la creación y el mantenimiento de puestos de trabajo locales. La riqueza queda en casa nuestra. Esta premisa es válida tanto para los productos alimentarios como para todo tipo de mercancías.
Al retener la producción en un lugar próximo, se retiene también la creación de puestos de trabajo, de vivienda, de servicios, de comercio... sin necesidad de desplazamientos, de pérdida de tiempo, y se contribuye a repartir la población en el conjunto del territorio, en lugar de concentrarla toda en los mismos espacios, donde se crean aglomeraciones difíciles de gestionar mientras se desertizan otras zonas.
Sabemos qué consumimos
Si el que consumimos alimentario o no procede de nuestro entorno más próximo, conocemos perfectamente en qué condiciones laborales, ambientales y éticas ha sido producido. Evitamos así toda clase de explotación laboral y garantizamos las medidas de respecto al medio ambiente. De manera general, tenemos garantías de todo el proceso de producción y de los elementos que intervienen.
Protegemos el medio ambiente
Si, como se ha comentado, toda la cadena de producción está controlada y responde a los requisitos legales establecidos —tanto en el ámbito laboral como en el ámbito medioambiental—, hay otro factor determinante: se evitan los largos recorridos de las mercancías, con las emisiones de #CO₂ y otros contaminantes que se derivarían.
Se contribuye pues a reducir el número de vehículos del transporte rodado, las retenciones de tráfico, el ruido...
El transporte marítimo tiene también graves repercusiones tanto en la biodiversidad marina cómo en el consumo de combustibles fósiles y sus consecuencias medioambientales. En cuanto al transporte aéreo, es de los menos recomendables si se quiere tener cura del planeta, tanto por el alto consumo de combustibles fósiles y el enorme gasto energético, como por las infraestructuras necesarias para su actividad.
Reducimos residuos
Se contribuye a reducir los embalajes que tienen por finalidad preservar mejor los productos durante las distancias largas. También es válido para los embalajes plásticos. Esto reduce la cantidad de residuos generados y su difícil gestión.
Apostamos por la calidad de los productos, especialmente alimentarios
Dado que los productos alimentarios hacen distancias cortas, se pueden mantener frescos sin necesidad de posar aditivos ni conservantes, y así se preserva toda la calidad, el buen gusto y la aportación vitamínica. Así mismo, se pueden cosechar cuando tienen el punto necesario de maduración, sin tenerlos que recolectar mucho antes, cuando todavía están verdes, para evitar que se pudran durante el largo trayecto de transporte, ni tener que pasar por cámaras frigoríficas.
Cuando consumimos productos de proximidad, también priorizamos el consumo de productos frescos y de temporada, más sanos. Recuperamos también especies autóctonas que se habían dejado de cultivar o estaban en vías de desaparecer.
Los mercados de campesino pueden ser un gran ejemplo, los cuales, además, son un polo de atracción para otros comercios de proximidad.
Preservamos el elemento diferenciador
Los centros comerciales a cielo abierto de nuestras ciudades, los grandes ejes comerciales urbanos, a menudo están llenos de franquicias donde se venden productos que se podrían calificar de clónicos, que han sido producidos a gran escala, fabricados en diferentes lugares del mundo en condiciones que desconocemos y que han recorrido largas distancias antes de llegar a nuestras manos. Así, en diferentes ciudades de diferentes países, encontramos a menudo las mismas marcas que ofrecen los mismos artículos.
Comprar productos de proximidad que han sido elaborados en nuestro entorno permite preservar la singularidad, la diferenciación, de las mercancías que el establecimiento comercial del barrio nos propone adquirir.
Potenciamos los circuitos cortos
Evitamos la larga cadena de intermediarios que encarecen los productos y empobrecen el productor. Todos ganamos.
Impulsamos la artesanía
La producción y el consumo locales pueden implicar de retruque comprar más productos artesanos, dado que se evita el consumo de mercancías producidas a gran escala en lugares lejanos.
Permite la diferenciación, la singularidad, tanto las mercancías como los alimentos, dado que cada región tiene sus particularidades y singularidades agrícolas, de producción de alimentos, gastronómicas y artesanas —si nos referimos a la producción de objetos. Permite desarrollar la creatividad y la singularidad, y se recupera el que es propio de cada lugar.
Beneficiamos nuestra salud
Consumir en nuestros barrios implica desplazamientos a pie; así evitamos los desplazamientos en vehículos de motor, las emisiones de #CO₂, el ruido, los problemas de aparcamiento, las aglomeraciones urbanas..., y todo ello mejora nuestra salud.
Los desplazamientos a pie son mucho más saludables y la ausencia de tráfico rodado nos permite disfrutar de un ambiente más tranquilo y de un aire más limpio, en un entorno más seguro.
Mejoramos el reparto de la población
Consumir a proximidad puede contribuir a evitar las aglomeraciones de la población en determinadas zonas de los cascos urbanos, que de retruque dejan prácticamente vacíos y sin vida otras barrios —a nivel de animación, vida social y actividad comercial.
Así, consumir a proximidad permite repartir y esponjar la afluencia de público, de consumidores, creando ambiente y animación en otros barrios, sin llegar a generar aglomeraciones que pueden ser molestas y difíciles de gestionar, especialmente por el vecindario.
En los pequeños municipios, el consumo de proximidad dinamiza el conjunto del pueblo, reteniendo el gasto, creando puestos de trabajo y fijando la población.