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Novembre 2024 - #144

El Servei de Salut Pública informa

El ozono, un gas con dos caras

© Evgenii Panov / Shutterstock.com

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Un estudio reciente alertaba que los países europeos han conseguido descender las concentraciones de contaminantes en su aire, a excepción del ozono troposférico, los niveles del cual todavía no han parado de crecer en el sur de Europa. Pero ¿qué es el ozono troposférico?

L'ozó troposfèric

El ozono, también conocido cómo O3, es un gas que tiene dos caras, puesto que puede ser beneficioso o perjudicial por nosotros en función de a qué distancia de nosotros se encuentra.

Cuando el ozono se encuentra a la estratosfera, donde lo podemos encontrar en concentraciones máximas a entre 20 y 25 km de altura, su efecto es positivo, puesto que constituye la famosa capa de ozono, que juega un papel esencial para la vida, al absorber la radiación ultravioleta del sol. Se trata, por lo tanto, de una defensa natural de la Tierra. La constatación de la reducción de la capa de ozono a causa de la actividad humana condujo a la adopción del Protocolo de Montreal y la implementación de medidas para mitigar la reducción, que han resultado exitosas. Ahora, la capa de ozono se está recuperando poco a poco y se espera que lo haga completamente antes de 2066.

Pero cuando el ozono se encuentra a la capa más baja de la atmósfera, la troposfera, se convierte en un contaminante altamente perjudicial para la salud humana, los cultivos agrícolas y los ecosistemas. Además, es un gas de efecto invernadero que contribuye a calentar la atmósfera. A diferencia de los contaminantes primarios emitidos directamente a la atmósfera, el ozono troposférico es un contaminante secundario que se forma por la interacción de la luz solar con varios gases precursores. Estos precursores son principalmente los compuestos orgánicos volátiles (COV) y los óxidos de nitrógeno (NOx), emitidos en gran medida por los vehículos, las centrales eléctricas de combustibles fósiles, las refinerías de petróleo, el sector agrícola y otras industrias.

Este ozono “malo” se asocia a una serie de efectos adversos para la salud humana. Puede provocar tos, irritación a la faringe, el cuello y los ojos, así como sequedad a la garganta. También puede producir problemas respiratorios, como por ejemplo una agravación del asma, la dolencia pulmonar obstructiva crónica, la disminución de la función pulmonar y las infecciones respiratorias, que en los casos más graves pueden conducir a la hospitalización y la muerte. Se calcula que la exposición al ozono troposférico es responsable de un millón de muertes prematuras en el año. Los niños y niñas, la gente mayor y las personas con dolencias pulmonares o cardiovasculares son especialmente vulnerables a los efectos nocivos de este contaminante.

Gas de efecto invernadero

El ozono troposférico absorbe la radiación y atrapa el calor a la capa baja de la atmósfera, por lo cual también actúa como un potente gas de efecto invernadero, de forma que el aumento de la concentración a la atmósfera contribuye al calentamiento global. Otro efecto colateral de este compuesto es que disminuye la capacidad de absorción de CO2 de los ecosistemas, hecho que impacta negativamente en el clima. Estas consecuencias se producen principalmente en las regiones donde se emiten los precursores del ozono troposférico, por lo cual afectan especialmente las regiones más industrializadas del mundo.

El ozono troposférico también repercute negativamente en la vegetación. El contaminante penetra a las hojas de las plantas y reduce la fotosíntesis, hecho que retarda el crecimiento y aumenta la vulnerabilidad a plagas y dolencias. A los ecosistemas, los altos niveles de ozono pueden provocar la pérdida de biodiversidad y reducir el crecimiento de los bosques. A la agricultura, el ozono puede reducir el rendimiento de los cultivos.

A causa de su vía de formación secundaria, a partir de gases precursores, la gestión del ozono presenta un reto complejo. Abordar el cambio climático, que influye en la formación de ozono a través del aumento de la luz solar y el incremento de las temperaturas, es crucial para la gestión del ozono a largo plazo y la protección de la salud pública. Concretamente, las estrategias para prevenir la formación de ozono troposférico se basan principalmente en la reducción de las emisiones de los gases precursores, que provienen especialmente de automóviles, centrales eléctricas y otras fuentes. La solución pasa, por lo tanto, para adoptar medidas mucho más tajantes para reducir los niveles de contaminación atmosférica y mejorar la calidad del aire, como por ejemplo restringir el tráfico en nuestras ciudades.

Èlia Pons / Pau Rubio
Instituto de Salud Global de Barcelona

Boletín: EspaiS@lut
Número de boletín: #144 - Novembre 2024

 
 

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